ACTUACIÓN EN EL COMEDERO DE CARROÑERAS DE CORTES DE LA FRONTERA

ACTIVIDAD  REALIZADO POR EL GRUPO DE VOLUNTARIADO AMBIENTAL SERRANÍA DE RONDA,  EL DOMINGO dia 13/02/2011

Crónica de un día de voluntariado en el  comedero de aves carroñeras de Cortes de la Frontera.

La mañana se había presentado gélida pero sin lluvia. Un grupo mixto de voluntarios/as en número superior a 20 nos dispusimos a partir en diferentes vehículos desde la plaza de San Francisco de Ronda hacia el nuevo comedero de aves carroñeras, de Cortes de la Frontera. Más o menos 45 minutos de viaje por un paisaje agreste e impagable. Sólo un indolente buitre, mostrándonos su espalda, nos dio la bienvenida. menos es nada. La Coordinadora de la actividad,  Lola Morales, tras repartir unos guantes y unos chalecos de trabajo que nos identificaban como lo que éramos, nos puso en antecedentes y consecuentes de/sobre lo que íbamos a realizar ese fresquito domingo.

Acto seguido, la Coordinadora cedió la palabra a Juan Luís Muñoz, director de la OCA, que nos deleitó con una información más específica sobre el tema que nos ocupaba. Distribuidos en grupos según faenas a realizar, cada uno tiró para el tajo. A mí, por ejemplo, me tocó hacer de “joyero” junto a otro que venía nada menos que de San Martín de la Jara, un pueblo de  Sevilla, como si en Sevilla no hubiera nada que hacer (sería injusto olvidarme de Pedro, que lo hacía desde Rota, ahí es nada). Total, cavamos dos buenos “joyos” y anclamos en ellos, con piedras y mortero, las cuatro patas de un banco de madera para que los amantes de los bichos emplumados, que manducan a un centenar de metros de allí, tengan donde apoyar sus reales traseros. Otros compañeros/as de reparto hicieron algo parecido con dos “vigorras” de acero de doble T a la entrada del muladar para poner una cadena. Otro grupo limpió y delimitó con piedras el camino desde el aparcamiento de coches hasta la plataforma-mirador, donde el Pedro y yo instalamos el banco al que antes aludía.

Un grupo de “cachas” se fue hacia la pestilente zona del comedero y colocó unos posaderos para los señores buitres. Los posaderos consistían en unos troncos de alcornoques que nos habíamos agenciado previamente en el entorno (hay que decir que no se emplearon en ningún momento hachas ni motosierras, sólo la fuerza bruta humana y la ayudita del  todoterreno de Juan). Quedaron cual anónimas y bellas esculturas recortadas contra el horizonte. Allí mismo, en la caseta de madera u observatorio para acreditados, se practicaron tres amplios agujeros en sus paredes para poder disparar a gusto… las cámaras fotográficas, sentaditos en su interior. Por último, se llevaron a cabo otras tres faenas, como la de enterrar una manguera de unos buenos metros para la limpieza del camión que lleva al muladar los desechos de animales; el clavado de incos para señalización del aparcamiento y acceso al mirador, y, como remate de la jornada, el sutil camuflaje del bidón de agua que hay para el servicio de limpieza.

A eso de las dos del mediodía, y como ya incordiaba el hambre, nos metimos una merendola a base de pan con marrano empanado o tortilla de papas, a elegir, y un tintorro de la tierra que estaba para repetir varias veces. En amena charla y con la boca llena. La anécdota del día fue la “minifauna” que tuvimos la ocasión de descubrir removiendo las piedras para delimitar el camino: culebras, una ranita verde pistacho, lagartijas alucinadas y un sinfín de alacranes; eso sí, pequeños, en edad escolar.

P.D.: No se produjo ninguna baja ni hubo que curar a ningún herido.